El lenguaje inclusivo: un debate entre aceptación y rechazo

¿Estamos ante una transformación lingüística?

El lenguaje que abarca a todos los géneros, la terminología inclusiva, las formas que no se adhieren a un binario, la inclusión lingüística… Es probable que hayas oído mencionar alguno de estos términos. Independientemente de cómo se le llame en diferentes contextos lingüísticos, suele ser tema de debate . ¿En qué consiste exactamente el «lenguaje inclusivo»? ¿Por qué hay quienes no lo aprueban?





Es útil empezar comprendiendo la estructura de género en el idioma español para, posteriormente, adentrarnos en la propuesta del lenguaje inclusivo.

Idiomas y su relación con el género

Las lenguas varían en cómo señalan o denotan el género. Hay idiomas que no distinguen género en absoluto. Generalmente, se dividen en varias categorías : aquellas con género gramatical (como el español, italiano y alemán, que identifican género en sustantivos y pronombres, así como en palabras asociadas a estos), las que tienen género natural (por ejemplo, el inglés, donde solo los pronombres indican género: «she»/»he»), las que combinan ambos sistemas (como el noruego y el holandés) y aquellas sin distinción de género (como el euskera y el turco).

En el caso del español, elementos como sustantivos («chico», «silla»), determinantes («un», «una»), adjetivos («hermoso», «hermosa») y pronombres («ella», «ellos») se definen por género. Además, para que una oración sea gramaticalmente correcta, estos elementos deben concordar en género. Por lo que frases como «Esa silla es muy hermoso» suenan incorrectas. Mientras que en inglés, donde «chair» no tiene género, se diría simplemente: «That chair is beautiful.»

Masculinidad y feminidad en la gramática

El español diferencia entre masculino y femenino. Esta distinción ha llevado a cuestionar si la estructura gramatical podría influir en nuestra percepción del mundo. ¿Relacionamos, por ejemplo, los vasos con características masculinas y las tazas con femeninas debido a su género gramatical?

En nuestro idioma , «sol» es masculino y «luna» es femenino, pero en alemán es al revés. Por ello, quienes hablan español tienden a asociar el «sol» con características típicamente masculinas y la «luna» con las femeninas. En cambio, para un hablante de alemán, estas asociaciones se invierten.

La relación entre género social y biológico en el lenguaje

Resulta fascinante analizar cómo nos referimos a las personas en términos de género gramatical, género social y sexo biológico. Se ha propuesto que las formas lingüísticas y el género gramatical pueden influir en nuestra percepción binaria de las personas y reforzar estereotipos . Por ejemplo, un estudio liderado por Manuel Carreiras halló diferencias entre español e inglés en este aspecto. En español, no es lo mismo leer «camionero», «camionera» o «camionere» al imaginar la identidad de género de esa persona.

Algunas investigaciones sugieren que el uso del masculino como forma no marcada (tomando la forma masculina como default) puede excluir a mujeres y otras identidades de género al referirse a grupos mixtos o no binarios.

Así, si decimos «los investigadores han dedicado años al estudio de esta enfermedad», podríamos estar omitiendo a mujeres o personas no binarias entre ellos. Esto cuestiona si el uso del masculino como genérico es verdaderamente representativo de la diversidad actual.

Una opción para la inclusión

El «lenguaje de género inclusivo» ofrece una solución para abordar estos desafíos. La idea es adaptar el esquema de género binario tradicional del español . Al emplear términos no binarios, una frase como “ella es una chica muy inteligente” se transformaría en “elle es une chique muy inteligente”.

Hay quienes argumentan que este tipo de lenguaje complica la comprensión. No obstante, investigaciones señalan que las oraciones con términos no binarios no son más difíciles de entender. De hecho, el lenguaje inclusivo permite representar de manera más precisa a grupos de personas con distintas identidades de género, especialmente en sustantivos con fuerte asociación masculina.

Por ejemplo, cuando escuchamos «ingenieros», solemos pensar en hombres . Pero al oír «ingenieres», es más probable que imaginemos a un grupo diverso de profesionales.

La mayoría de estos estudios se han realizado en adultos . Por lo tanto, es incierto cómo reaccionarían niños expuestos a un idioma que use consistentemente tres terminaciones de género (-o, -a, -e).

Teóricamente, parece razonable suponer que usar la terminación [-e] como indicador de género no representaría un desafío cognitivo ni lingüístico.

¿Estamos ante una revolución lingüística?

¿Está el uso de formas no binarias tan extendido como para considerarlo un cambio estable en el lenguaje ? Aparentemente, no.

Regular cómo hablamos es una tarea compleja, ya que las prácticas lingüísticas están influenciadas por la comunidad de hablantes.

Intentar limitar prácticas que aún no están generalizadas parece responder más a aspectos culturales y políticos que a reglas gramaticales. Algunas investigaciones identifican dos principales resistencias al cambio: la percepción de que cualquier modificación lingüística es negativa y la negación de identidades de género no binarias.

La diversidad en el lenguaje es más común de lo que pensamos. A lo largo de la historia, las lenguas han evolucionado constantemente.

Ni imposiciones ni prohibiciones

Las formas no binarias pueden ser herramientas valiosas para asegurar derechos. Poder referirse adecuadamente a personas con identidades de género diversas es una forma básica de respeto .

Sin embargo, introducir una nueva forma no implica descartar las existentes. Cualquier adaptación que se consolide dependerá de su adopción generalizada y continua. Es imposible prever con certeza los cambios lingüísticos; solo podemos ser testigos de un proceso cuyo desenlace es incierto.

En conclusión, no se pueden ni prohibir ni imponer prácticas lingüísticas. La evolución del lenguaje está, finalmente, en manos (y en las bocas) de quienes lo hablan.

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