Hemofobia: ¿Por qué ver sangre provoca desmayo a algunas personas?

Así no sea de nuestro agrado, la sangre es un compuesto imposible de evitar. Se requiere extraerla para efectuar exámenes médicos esenciales. Y es muy probable que tengas que limpiar sangre cuando tú o algún amigo o familiar sufre una herida ya sea por una caída o cortada. Pero hay personas que definitivamente no soportan la presencia de sangre, y acaban desmayándose.





La hemofobia

¿Por qué presenciar sangre provoca el desmayo a algunas personas? La respuesta más sencilla es porque ven la sangre como una amenaza. Según indica el psicólogo Christopher France de la Universidad de Ohio, a este fenómeno se le denomina hemofobia, que es la fobia a la sangre y las inyecciones. Las personas que sufren de este trastorno de miedo suelen evitar la asistencia médica debido a la ansiedad que generan cuando se encuentran en establecimientos de asistencia sanitaria.

En un reportaje del portal Popular ScienceFrance señala que al observar la caída a gotas de la sangre, a estas personas se les disminuye su frecuencia cardíaca y presión arterial. El psicólogo explica que esto merma el flujo de sangre oxigenada hacia el cerebro, lo que les ocasiona el desmayo. El episodio de desmayo hace que retorne el flujo normal de sangre al cerebro.

No obstante, no hay claridad sobre por qué algunas personas sufren desmayos y otras no. El experto dice que aquellos individuos que le temen a la sangre y a las agujas tienen mayor tendencia a desmayarse. Hay otras hipótesis, pero aún sin comprobar.

Una de ellas asegura que cuando una persona sufre una herida, al bajarse la tensión arterial se reduce la pérdida de sangre. Otra se fundamenta en que nuestro organismo fue diseñado para engañar a los predadores con el fin de hacerles creer que estamos muertos.

Teniendo en cuenta que la medicina actual acude cada vez más a las inyecciones, la hemofobia se ha convertido en un problema significativo para los científicos y los profesionales de la salud. Se estima que esta fobia la padece entre un 3 y 4% de la población global.

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