Más allá de la Vida: Reflexiones filosóficas sobre la inmortalidad

¿Es la inmortalidad una posibilidad tentadora o una paradoja filosófica?

Desde tiempos ancestrales, el ser humano ha mostrado una fascinación por el concepto de la muerte, y se podría decir que nuestra percepción de la finitud es lo que nos separa del resto de los seres vivos.





El reconocido filósofo Albert Camus expresó:

La auténtica forma de ser generoso con el futuro es entregarse por completo al presente.

Pero, ¿qué pasaría si ese presente no tuviera límite o durara eternamente? La noción de inmortalidad, pese a ser tentadora, trae consigo un cúmulo de interrogantes profundos. Veamos estos cinco retos que plantea la vida eterna y desentrañemos las intrincadas implicaciones de una existencia sin término .

¿Cómo definimos la muerte?

Podríamos suponer que, como seres humanos, comprendemos qué significa morir. Sin embargo, la noción de inmortalidad puede emborronar nuestra concepción de la muerte.

Usualmente, la muerte se entiende como el cese irrevocable de las funciones vitales. Legalmente, se suele considerar la muerte cerebral como ese «momento definitivo». Pero esta perspectiva legal no siempre concuerda con los avances tecnológicos que permiten mantener un cuerpo en funcionamiento pese a la falta de actividad cerebral.

Si entendemos la inmortalidad como una prolongación de la vida, entonces nos encontramos ante un dilema.

Si la inmortalidad es una extensión de la vida más allá de la muerte, emerge una paradoja. Si la muerte es el final del trayecto, ¿cómo es posible continuar? Las teorías que buscan separar la muerte del cuerpo físico de la existencia etérea presentan sus propias contradicciones. Los esfuerzos por mantener el cuerpo eternamente activo aún no han sido exitosos.

Existen desafíos incluso cuando se consideran avances tecnológicos, como la criónica, que busca preservar cuerpos para revivirlos en el futuro. Pero si la muerte puede revertirse, ¿se puede decir realmente que es un estado permanente?

¿Cómo conceptualizamos la inmortalidad?

Si aún estamos en debate sobre los conceptos de vida y muerte, ¿cómo definimos la inmortalidad? Algunas interpretaciones de la inmortalidad aún contemplan el acto de morir, donde solo una esencia o fragmento de la persona perdura. ¿Tiene lógica hablar de inmortalidad parcial?

La mayoría de las creencias sobre un más allá requieren enfrentar la muerte , a veces de una forma determinada. Sin embargo, la inmortalidad a menudo se presenta como una existencia sin fin.

No todas las concepciones del más allá incluyen una eternidad. En algunas tradiciones, como el budismo, alcanzar la iluminación puede concluir el ciclo de reencarnaciones, lo que sugiere que no todo es eterno. ¿Implica esto que nunca se fue realmente inmortal?

Los avances tecnológicos tampoco solucionan esta cuestión. Prolongar la vida a través de medicamentos avanzados o retrasar el envejecimiento simplemente pospone el inevitable final. ¿Es inmortalidad si solo estás postergando la muerte? ¿O es simplemente una versión mejorada de la mortalidad?

¿Qué perdura a través de la eternidad?

La cuestión de la identidad emerge como un desafío crucial al hablar de inmortalidad. ¿Qué implica afirmar que alguien vive eternamente? La noción de inmortalidad pierde su encanto si el ser que trasciende la muerte no es el mismo antes y después del acto trascendental. ¿Qué define tu esencia? ¿Esa esencia puede existir perpetuamente?

Si tu identidad radica en tu cuerpo, o al menos en una parte de él, como tu cerebro, entonces la idea de la eternidad se torna problemática. Cada cuerpo humano que hemos conocido finalmente sucumbe y se desintegra. Aunque la ciencia ha logrado reanimar a ciertos animales, aún no hemos encontrado la manera de hacerlo con seres humanos.

Además, la interrupción de la conciencia entre la muerte y la reanimación suscita inquietudes. ¿Significa que no es verdadera inmortalidad? ¿Esa interrupción altera la identidad del ser reanimado?

Otras perspectivas sostienen que, aunque el cuerpo está destinado a perecer, una parte esencial de nosotros es inmortal e intangible, a menudo denominada «alma». Si el alma es la esencia de nuestra identidad, entonces nuestras partes físicas y mentales podrían desvanecerse sin que nuestro verdadero ser lo haga.

Sin embargo, dada la naturaleza esquiva del alma, es difícil afirmar con certeza que conservamos la misma con la que nacimos o si realmente poseemos una. Pocos pensadores contemporáneos respaldan la noción de almas.

El filósofo escocés David Hume , de manera similar a las ideas de Buda, postuló que no hay un «yo» constante, sino un flujo continuo de percepciones. Si esta visión es correcta, entonces el «yo» no existe y definitivamente no puede trascender la muerte. No obstante, un ser que persiste después de la muerte y retiene todos nuestros recuerdos podría ser suficiente para algunos.

¿Cuál de estas perspectivas es la correcta? ¿Cómo determinamos que un ser que emerge tras la muerte es la misma entidad? ¿Es posible que ninguna de ellas lo sea?

Estos cuestionamientos también desafían las visiones tecnológicas de la inmortalidad. Si un individuo permanece congelado durante siglos, ¿sigue siendo el mismo al ser reanimado? Si una mente es transferida a una máquina, ¿el ser digital es idéntico al original? Si las almas existen, ¿cuál es su papel en estos procesos?

¿De qué estamos construidos?

El interrogante sobre qué parte de nosotros puede trascender nos lleva a la esencial pregunta: ¿De qué estamos compuestos que tiene el potencial de ser eterno? Un debate central en la filosofía contemporánea gira en torno al dualismo y al materialismo: ¿Es la mente distinta del cuerpo?

Esta cuestión es fundamental al hablar de inmortalidad.

Los dualistas, influenciados por las ideas de René Descartes , postulan que mente y cuerpo son entidades distintas. Bajo esta perspectiva, la mente a menudo se percibe como una entidad no puramente material.

Aunque las especificidades de cómo opera el dualismo todavía son objeto de discusión, abre la puerta a la idea de que una mente inmaterial, quizás similar a un alma, pueda existir y, quizás, perdurar más allá de la desaparición del cuerpo.

No obstante, el dualismo ha perdido terreno en tiempos recientes. El materialismo ha emergido como una corriente predominante. Los materialistas argumentan que la mente es, de hecho, el cerebro o al menos está intrínsecamente ligada a él. Bajo esta óptica, nuestra conciencia es esencialmente material.

El materialismo ofrece menos espacio para la noción de inmortalidad en comparación con otras teorías. Si el cerebro, siendo material, está destinado a perecer y si nuestras mentes residen en él, ¿cómo podría existir la inmortalidad? Si no somos seres puramente materiales, ¿cómo funcionamos?

Por otro lado, una interpretación dualista de la inmortalidad presenta desafíos. Si las almas son inmateriales y no pueden interactuar con el mundo tangible, la inmortalidad basada en el alma parece poco atractiva. La idea de existir eternamente sin interactuar con el entorno suena, para muchos, incluso más desoladora que la muerte misma.

Fundamentos poco sólidos

A pesar de las complejidades previamente expuestas, numerosos intelectuales han intentado formular argumentaciones que justifiquen la existencia de la inmortalidad. Lamentablemente, gran parte de estos razonamientos no son lo suficientemente robustos.

Tanto en las tradiciones religiosas occidentales como orientales, los argumentos suelen basarse en la fe. Aunque estas posturas puedan tener gran aceptación popular, carecen de fundamentación sólida. Al basarse la filosofía en la lógica y no en la fe, se requiere buscar en otros horizontes para validar la inmortalidad o la vida después de la muerte.

Platón presentó distintos argumentos en favor de la inmortalidad que atribuyó a su maestro Sócrates. No obstante, estos razonamientos dependen de aceptar su perspectiva cosmológica, incluyendo la creencia en las Ideas o Formas. Pocas personas adhieren a este pensamiento en la actualidad.

Diversos filósofos, incluido Immanuel Kant , han postulado que creer en la inmortalidad a través de una existencia posterior es algo positivo. Sin embargo, que una creencia sea beneficiosa no valida su veracidad en el mundo «objetivo». En una era donde el dualismo es esporádicamente considerado, la idea de trascender la muerte física a través de medios inmateriales parece improbable.

Acudir a evidencias empíricas tampoco ofrece soluciones.

AJ Ayer, filósofo conocido por sus posturas ateas, experimentó un evento cercano a la muerte similar al de otros testimonios. Esto le hizo replantearse si la muerte era realmente el fin de la conciencia. Aun así, mantuvo que era poco probable que existiera una vía concreta hacia la inmortalidad.

Aunque algunos parapsicólogos defienden la existencia de evidencias de inmortalidad o vida futura, la ciencia tradicional no coincide con esta visión. Mientras que se puede debatir sobre la naturaleza de la ciencia y argumentar que la parapsicología aguarda un cambio paradigmático, aquellos que desean eludir la muerte no deberían ser demasiado optimistas.

La realidad es que carecemos de argumentos contundentes o evidencias claras que respalden la vida eterna, un concepto que, además, no hemos logrado definir plenamente. Aun así, no hay motivo para desanimarse. Siempre queda tiempo en nuestras vidas para meditar sobre este enigma (y, quién sabe, quizás también después de ellas).

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